martes, 27 de enero de 2009

Nacimiento

Estaba dormido pero he abierto los ojos por el ruido que hacían unos pajaritos inquietos, pequeños y muy bonitos. También hay coyuyos, pirpintos, benteveos, torazos y otros que no conozco. Estoy en una cunita de madera y mis sábanas son de algodón. Me han puesto una mantita liviana porque hace mucho calor.

A mi alrededor hay toda clase de personas, niños, jóvenes, ancianos, vestidos con bombachas, fajos, sombreros, alpargatas; las mujeres con vistosos pañuelos en la cabeza y unas faldas amplias. Me miran con ternura y observan los regalos que me han traído. Todos han venido cargados con miel de algarrobo, mistol, leche de cabra, quesillo, cuajada, un poco de suero, añapa, bolanchao, patay, tortillas, chipacos, pan dulce, moroncitos, empanadillas, arrope, meloncitos maduros, flor del aire, ropitas de coyuyos, una casita de hornero y una guirnalda de tucos.

Un grupo que se ha puesto al costado con bombos, guitarras y quenas me cantan preciosos villancicos, vidalas, chacareras. Me ha quedado grabada una del padre de la chacarera que dice: “María soñé que tu niño, que Jesús de Nazareth había nacido en Santiago, que hermoso sueño soñé.”

Mi mamá está resplandeciente, con el rostro iluminado por la experiencia de ser madre.

Mi papá intenta atar mejor los sunchos del techo de nuestro racho. El es carpintero, pero no ha tenido tiempo de hachar esos árboles coposos para construir un lugar mas seguro. Es que yo he llegado después que el ha volteado el quebracho más alto y sus manos se han lastimado por el esfuerzo, tiene tos y le duelen los pulmones.

Mi mamá me ha tejido la manta pero por el calor no ha conseguido más plantas para teñir la lana así que la ha armado con dos colores nomás. Y a mi me gustan mucho, lo mismo que el colchoncito y la almohadita livianita y suave que me lo ha preparado con lana de nuestras dos ovejitas.

Mi papá también me lo ha buscado miel de palo y poleo y leche de burra y de vaca. Ellos tienen que caminar varios kilómetros para conseguir agua, porque hay mucha sequía y la venden muy cara los camiones que vienen de la ciudad.

Santiago está cada vez más caliente. No ha llegado enero, pero igual la tierra está muy blanca y reseca.

Le pido a mi Padre del cielo que mande agua pero bendita, para que solucione y cambie algo en esta provincia donde hay tanta maldad. Claro que vivir en el campo y sin agua es peor, un verdadero tormento y el viento norte nos ataca casi a diario. Y los arenales calcinados son intransitables. Ni los quimiles soportan tanto fuego.

Por todo esto le digo, Padrecito querido, yo el Niño Jesús de Santiago Manta te pido justicia, trabajo y más amor entre la gente.

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