jueves, 5 de marzo de 2009

de octubre

8 de octubre

Desde aquel 8 de octubre
en la escuela de La Higuera
no se volvió a mencionar
al olvidable Terán;
el que mató a sangre fría
a nuestro Ernesto Guevara.
Las nuevas generaciones
no conocían su nombre
y sabían por consignas
del lugar, de Valle Grande.
Pero…de pronto un periódico
daba cuenta que a Terán
le habían devuelto la vista
unos nobles cirujanos
que llegaron desde Cuba
a la “operación milagro”.
El tiempo fue generoso
y el CHE, que es siempre noticia
ganó un combate imprevisto
en las tierras de Bolivia. Lucy Soria

La leyenda del mistol

La leyenda del mistol

En un monte cubierto de vegetación que semejaban verdes grisáceos propio de zonas muy secas había dos árboles que se destacaban por los dispares tonos de verde de sus poblados follajes y la cercanía de ambos.
Cuenta la leyenda que éstos eran dos jóvenes que se amaban. Uno era alegre, brillante. Jugaba con la brisa, la lluvia y el sol. En las primaveras se cubría de unos pequeños círculos de oro, que eran el deleite de la amada, porque este ornamento multiplicaba su belleza.
El era humilde, inseguro, celoso. Esperaba el viento del anochecer para acariciarla y sentirla más unida a él. Siempre estaban juntos. Se protegían mutuamente.
El mistol no permitía ni que los pájaros se posaran en la copa de su amada tala. A todo se negaba el vigilante mistol y lograba su propósito. Hasta que un día esto llegó a oídos de la pacha mama, quién se enojó mucho por la conducta del mistol y en castigo decidió colocarle espinas e hizo sangrar tanto su corazón que fue transformando pequeños redondeles color sangre.
Cargaba tanto al árbol que no le permitió nunca más el contacto con su amada.
Desde aquel día el mistol llora el alejamiento cubriéndose de lágrimas escarlatas que cada enero derrama con más intensidad por la injusta separación.-
Lucy Soria